“Una vez, en el soleado Ticino, dibujaba yo una de esas pequeñas y maravillosas iglesias pueblerinas.
Como es habitual en tales ocasiones, no me faltaban espectadores. El público se interesaba en este caso
más bien por la realización que por los resultados del cuadro. Entre los numerosos comentarios que
se formularon a mi alrededor, me impresionaron muy especialmente dos. Un campesino que me tenía
en muy poca consideración se manifestó claramente y dijo: «Muy bonito, pero es una imbecilidad.»
Y su esposa resumió su opinión con la frase lapidaria: «¡Lástima de tanto trabajo! ¿Por qué no lo
fotografía? Quedaría mejor y más de prisa.» Me temo que esto –de manera esquemática– exprese
la opinión de muchos contemporáneos sobre el dibujo. Puesto que lo tenemos mucho más cómodo que
nuestros antepasados, ¿por qué molestarnos? ¿Por qué seguir dibujando? A esto se podría contestar
que el dibujo es precisamente una de las facultades más antiguas y más precozmente desarrolladas del
género humano.”
GERHARD ULRICH, “El placer de dibujar” (1963)